29/03/2024

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“Las carreras automovilísticas Sagua-Habana”


La Redacción Digital de Tele Rebelde agradece la colaboración del historiador y cronista Nicasio Vázquez González, natural del municipio villaclareño de Corralillo, Premio del Concurso Nacional de Crónicas Enrique Núñez Rodríguez 2007


Foto: Tomada de Internet

Por: Nicasio Vázquez

Los habitantes del  pequeño municipio de Corralillo,  que apenas se reconocía en los mapas de la provincia más central de Cuba a inicios de la década de los años 50, guardan todavía en sus memorias el cruce de aquellas impresionantes carreras automovilísticas, corridas anualmente entre las ciudades de Sagua la Grande y nuestra Capital cada 10 de Octubre, desde 1954 hasta 1957.

A más de 100 años de su fundación, Corralillo solo disponía hasta 1952, de comunicación por tren hacia Sagua la Grande, dos veces al día, pues lo que es hoy la Carretera Circuito Norte, llegaba por el Este hasta Rancho Veloz y por el Oeste hasta el poblado de Itabo  en la provincia de Matanzas. Su enlace con la Habana se realizaba generalmente por ferrocarril a través de Santa Clara, para de esta ciudad acceder a la Carretera Central.   La inauguración en 1952 del tramo de carretera que unió a Rancho Veloz con Itabo, proporcionó a los residentes de Corralillo la posibilidad de viajar directamente a las ciudades de Cárdenas, La Habana, Sagua la Grande y Santa Clara, en un tiempo relativamente corto. Ya para entonces el creciente auge de la industria automovilística norteamericana era aprovechado por renombradas compañías  como la Ford Motor Co., la General Motor Corp. y otras, para introducir en el país millares de vehículos a precios relativamente bajos debido a los reducidos costos de transportación marítima entre ambos países.

Partida de los autos en la calle Carmen Ribalta, Sagua la Grande 1954 / Foto: tomada del blog «Deportes en Sagua»

La propia competencia comercial concibió  la idea de efectuar carreras de autos entre distintas ciudades de alguna importancia como fueron los Clásicos Sagua-Habana; Pinar del Río-Habana;  Cienfuegos-Habana y otras de distancias más cortas, cuya principal finalidad era demostrar las posibilidades y calidad de las diferentes marcas y motores, tanto de autos de carreras como de paseo, ya que los premios en metálico para los ganadores, no sobrepasaban los 1,000, 500 y 250 pesos para los tres primeros lugares respectivamente de cada categoría, aunque los gastos de piezas y adaptaciones mecánicas corrían generalmente a cargo de las grandes compañías patrocinadoras, que además dispensaban bondadosos regalos a sus protagonistas, dispuestos siempre a aparecer en periódicos y revistas promoviendo las marcas, al tiempo que disfrutaban de la emocionante aventura de la competencia de velocidad; baste decir que a casi 50 años de aquellas carreras, cuyos ganadores lograron recorrer los 300 kilómetros del trayecto Sagua la Grande-Ciudad de la Habana en menos de 2 horas, este es todavía el tiempo que invierte en la actualidad un vehículo en circunstancias normales, solamente para llegar desde Corralillo hasta Sagua o hasta Cárdenas.


Ruta Sagua la Grande – La Habana (Circuito Norte) escogida para las carreras en autos de los años 50 del pasado siglo.

El embullo por estas competencias y la promoción y ascenso a la fama de sus “campeones” motivó a diversas esferas de nuestra población. De inmediato nos encontraríamos ante el volante a intrépidos conductores y copilotos, generalmente más ricos que pobres; así veríamos también a conocidas figuras de la farándula y hasta a más de un corralillense, de lo cual hablaremos más adelante.

La propaganda comercial jugaba su rol en busca del incremento de las ventas y la obtención de mayores ganancias, pero los patrocinadores no serían únicamente firmas y marcas comerciales. Todo un andamiaje gubernamental y político se movía alrededor de tales competencias y nadie seguramente lo hacía por puro gusto. Generalmente estas competencias eran auspiciadas por determinados Órganos de Prensa, como los periódicos “Avance”, “Ataja” y “El Mundo” y la Comisión Nacional de Deportes, así como un grupo de oficiales de la carrera, entre los que aparecían jefes de control, inspectores de ruta, jueces de salida y llegada, cronometristas, anotadores, estadísticos, abanderados y auxiliares, más un Tribunal de Honor para atender posibles reclamaciones.

Así fue como el 10 de Octubre de 1954 se efectuó la primera carrera por esta nueva ruta, que tuvo como ganadores, en la categoría sport a José M. Canto Polo, con un MG y tiempo de 2 horas, 42 minutos y 7 segundos, mientras que José S. Cubillas, logró con su Buick un tiempo de 2-13-40 en la categoría Stock.


Elías Regalado ganó la edición de 1955 conduciendo un Buick / Foto: Tomada de Internet

El Periódico “El Mundo” auspició el Clásico Sagua-Habana del 10 de Octubre de 1955, donde obtiene el triunfo Santiago González “Chaguito”, con un Ferrari, haciendo un tiempo exacto de 2:00:00; Elías Regalado, con un Buick lograba 1:59:09 en la categoría “A”, bajando por primera vez de las 2 horas el tiempo de recorrido del largo trayecto, mientras que Pedro Bello, con un Ford, en la categoría “B”, arribó a la meta capitalina con 2:13:05.

El III Clásico Sagua-Habana, en 1956, fue liderado por Felipe Gutiérrez en Sport;  Modesto Bolaños en la “A” y Armando Menéndez en la “B”, en la cual Bolaños implantó un nuevo récord al bajar el tiempo a 1:55:42.

En el año 1957 se efectuaron los últimos giros automovilísticos del siglo en nuestro país, correspondiendo como de costumbre, el 20 de Mayo al de Pinar-Habana y finalmente el 10 de Octubre, Corralillo vio cruzar la última carrera de autos del ya famoso giro Sagua-Habana. Su calle principal era un mar de público a ambos lados, cubriendo aceras y portales, balcones y techos, mientras las fuerzas policiales destacadas a esos efectos, cuidaban el orden y contenían a la multitud que asomaba ansiosa sus cabezas al divisar por la curva de “Horizontes”, a unos 3 kilómetros al Este,  las luces de cada competidor, para instantes después verles cruzar y perderse en la Loma del Pino, al Oeste, antes de poder percatarse siquiera de los enormes números pintados en sus puertas.

Ya para entonces, 3 corralillenses se dispondrían a participar: Gregorio “Tata” Mariño, con su Studebaker Número 82 del año 1953 y debidamente preparados como copilotos los jóvenes Augusto Molina y Justo Hernández. El auto de “Tata” Mariño, quien desde hacía algún tiempo residía en la Habana, le fue mostrado al pueblo de Corralillo desde días antes, cuando realizaban las prácticas y pruebas de velocidad, hecho que casualmente impidió la participación de Molina, cuando su padre José Manuel, un conocido fígaro local, advirtiendo el enorme peligro de la aventura, se lo impidió enérgicamente amenazándolo con tirarse delante del auto si insistía en su propósito, ante el temor de un accidente fatal, y es menester apuntar que no estaba muy equivocado porque a unos 100 kilómetros de la arrancada, el auto sufrió un accidente que sacó de la carrera a Mariño y a Hernández, afortunadamente sin mayores consecuencias.

Este incidente y la caída de una avioneta Cesna, de la Prensa Nacional, donde viajaba el renombrado fotógrafo de la Revista Bohemia conocido por “Guayos”, a solo 1 km. del poblado, fueron aspectos imborrables en las memorias de los corralillenses. Por suerte salieron ilesos todos sus ocupantes, que solo mostraban pequeños rasguños al ser atendidos en la Casa de Socorros habilitada para estos casos en la localidad, mientras que una planta de radioaficionados, instalada en los portales de un comercio de forma eventual, cubría los detalles del paso de la carrera y daba a conocer del accidente aéreo a todo el país.

Los acontecimientos políticos que se iban acrecentando en el territorio nacional, tras el avance de las tropas rebeldes en la Sierra Maestra y el clandestinaje en las ciudades, unido al famoso secuestro del Campeón Mundial Juan Manuel Fangio al año siguiente por un Comando Revolucionario en la Habana, aconsejaron la suspensión definitiva de estos eventos, que aun se conservan en la memoria de todos los corralillenses de la tercera edad, como acontecimientos imborrables. Aunque a decir verdad,  estos eventos no estaban acorde a las posibilidades de un país subdesarrollado como el nuestro.

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